“Si no eres tú, ¿quién? Si no es aquí, ¿dónde? Si no es ahora, ¿cuándo?"

martes, 6 de julio de 2010

LA SABIDURIA OCULTA DE LOS CUENTOS

En cierta ocasión se quejaba un discípulo a su Maestro: "Siempre nos cuentas historias, pero nunca nos revelas su significado". El Maestro le replicó: "¿Te gustaría que alguien te ofreciera fruta y la masticara antes de dártela?"




Ahí está el intríngulis. Y son precisamente los cuentos, algunos de ellos al menos, los que poseen una peculiar característica: si se leen (o mastican) de una determinada manera provocan un verdadero crecimiento espiritual. Pero para que adquieran esta cualidad deben poseer dos factores: que tengan mensaje y que se sepan leer correctamente.



Indicaba el jesuita Anthony de Mello que hay tres modos de leer esta clase de cuentos: de una sola vez y pasar al siguiente: este modo sirve únicamente de entretenimiento. Leer un cuento dos veces, reflexionar sobre él y aplicarlo a la propia vida. Por último, volver a leer el cuento después de haber reflexionado sobre él, crear un silencio interior y dejar que el cuento te revele su profundo significado interno. En otras palabras, hay que saber masticarlo para aprovechar sus nutrientes.



Con independencia de los numerosos significados parciales y personales que uno pueda sacar de su lectura, por muy conocidos que sean, los cuentos que yo denomino arquetípicos están hablando al menos de dos niveles de comprensión. Uno de ellos, desde un punto de vista esotérico, sería el referido a una Edad de Oro inmemorial donde toda la humanidad vivía feliz y despreocupada, en una existencia paradisíaca. Los dioses y los hombres habían nacido juntos, según nos dice el poeta griego Hesiodo en su obra Los trabajos y los días (siglo VIII a.C.). Poco a poco fueron pasando otras etapas de integración hasta que sucedió la "caída" y la expulsión del Paraíso, relatado por todas las religiones del mundo. La Humanidad, desde entonces, anhela regresar al Edén y recuperar la Unidad perdida.



El otro nivel de lectura, esta vez desde un punto de vista psicológico, estaría haciendo hincapié en que cada niño debe repetir, en su desarrollo particular, la historia de la humanidad, real o imaginada. En un determinado momento nos vemos todos arrojados del paraíso original de nuestra infancia, donde nuestros deseos parecían realizarse sin ningún esfuerzo. Poco a poco vamos aprendiendo y diferenciando el bien del mal (vamos adquiriendo experiencias y sabiduría). Y vamos teniendo sentimientos contradictorios. La vida se nos presenta como una serie de opuestos. Nuestra identidad se va fracturando en diferentes partes separadas. Hacemos divisiones artificiales entre sujeto y objeto, entre mente y cuerpo, entre razón e instinto, entre vida y muerte, entre nuestro organismo y el medio... A la vez, vamos teniendo la necesidad de ir alcanzando metas mejores. Anhelamos el paraíso perdido y buscamos reintegrar en nosotros todas estas dualidades que nos hemos o nos han creado. En definitiva, cada individuo tiene que transitar por una serie de etapas que son el reflejo, a nivel personal, de las etapas que tiene que pasar la humanidad entera.



Por eso, en todo cuento (sea de hadas o no) tiene que existir una serie de constantes o símbolos que no se pueden alterar por mucho que se cuente de generación en generación. De lo contrario, ya no estaríamos en presencia de un buen cuento arquetípico sino de un bonito cuento infantil o de una fabulosa leyenda. El cuento arquetípico cumple una función iniciática, a nivel inconsciente, sobre el niño y también sobre el adulto.



El niño, al identificarse con los distintos personajes, comienza a experimentar por él mismo sentimientos de justicia, fidelidad, amor, compañerismo, valentía… y así va descubriendo la aventura de vivir. Ese es uno de los secretos ocultos de los cuentos. Incluso el poeta alemán Schiller lo entendió así: "El sentido más profundo reside en los cuentos de hadas que me contaron en mi infancia, más que en la realidad que la vida me ha enseñado".



Debido a esta identificación con el héroe, el niño imagina que sufre sus pruebas y tribulaciones, triunfando al final con él. El niño realiza tales identificaciones por sí sólo, no como lecciones impuestas. Los personajes de los cuentos no deben ser ambivalentes: o son buenos o son malos; o valientes o cobardes, para que puedan identificarse sin problemas. Esto hace que se imprima en él la huella de la moralidad ya que debe tomar partido y elegir entre situaciones que buscan el bien o el mal.



El historiador de las religiones Mircea Eliade lo decía a la perfección: "Todos los hombres quieren atravesar experiencias peligrosas y enfrentarse a pruebas excepcionales que les sugieran su camino al otro mundo. Todas estas experiencias pueden tenerlas en su mundo imaginativo oyendo o leyendo cuentos de hadas".



Estos cuentos, aunque son universales y milenarios, tienen unos pocos temas de inspiración, con una gran similitud entre sí. Hay un número de argumentos casi idénticos que se repiten machaconamente. Todas las variantes que sobre ellos existen dejan intacto el núcleo principal o arquetípico. De lo contrario, no serían auténticos cuentos iniciáticos.



Los mitos y los cuentos de hadas nos hablan en el lenguaje de los símbolos, representando el contenido inconsciente del ser humano. La mitología es la música de las esferas que danzamos aún cuando no sepamos nombrarla. Su atractivo es que se dirige a los tres aspectos de nuestra mente -según el psicoanálisis- es decir, al ello, al yo y al super-yo. Gracias a los símbolos que se manejan se activan los fenómenos psicológicos internos.



Los seguidores de Jung subrayan que los personajes y acontecimientos que fluyen en estas historias representan fenómenos arquetípicos que sugieren la necesidad de un despertar espiritual. En este sentido, los juegos también cumplirían una misión de desarrollo personal del niño y del adulto así como una valiosa herramienta pedagógica, ya que el juego sobreactiva la imaginación y estimula la emotividad.



Las grandes tradiciones místicas, así como la antroposofía y la kábala esotérica, coinciden en la interpretación de sus símbolos: la imagen de la pequeña heroína o la princesa representa el alma humana en sus avatares de evolución donde tendrá que enfrentarse a peligros, tentaciones y pruebas con un claro contenido de redención, como diría la psicóloga Mari Louis von Franz, una de las personas que más en profundidad ha estudiado su significado oculto.



Los cuentos más antiguos de los que tenemos constancia tienen su origen en Oriente. Se trata del célebre Panchatantra (los cinco libros hindúes), colección de fábulas escritas en sánscrito. En ellos ya se encuentra el fatalismo y la doctrina del karma: las hadas profetizan y los animales anuncian acontecimientos que no pueden evitarse, aunque se sabe que al final del túnel la luz acabará triunfando.



En los cuentos arquetípicos, seamos conscientes o no de ello, se contemplan una serie de leitmotivs simbólicos. Y son muy pocos. Por ejemplo, el descenso del alma al mundo, sus experiencias en la vida, las pruebas iniciáticas, la búsqueda de la unidad, los peligros que le acecharán en su viaje por la Tierra, la existencia del poder de un “nombre secreto” que hay que descubrir, los tabúes que nunca se pueden transgredir... en definitiva, se habla de la nostalgia del paraíso perdido y de los medios y dificultades que dispone el ser humano para recuperarlo, aunque siempre el héroe acaba encontrando ayuda en el camino: gatos y lobos que hablan, hadas madrinas que conceden deseos y otros colaboradores mágicos.



Y no por casualidad, el final de muchos de esos cuentos consiste en que el príncipe (ánima) se casa con la bella princesa (animus). Se superan por fin los opuestos, alcanzando la Unidad de la propia dualidad.



A veces el mensaje simbólico y arquetípico ya no es sólo la búsqueda del paraíso perdido y la superación de los opuestos sino que el cuento también representa un viaje interior para encontrar la identidad propia y conseguir la Gran Obra, la unidad última en el andrógino, la transmutación del metal en oro. El cuento por excelencia donde se observan estas claves alquímicas es Blancanieves y los siete enanitos.



Todas estas circunstancias presentes en el cuento de hadas han hecho pensar a Rudolf Steiner (fundador de la Antroposofía) que proceden de un conocimiento superior, situando su origen en los templos iniciáticos. Por eso es difícil determinar la paternidad de un cuento de hadas: sencillamente, forma parte de la humanidad misma y tan sólo hay ocasionales recopiladores, no creadores. Es un tesoro en forma de palabras y de símbolos que nos han transmitido Maestros anónimos para que los aprendamos, valoremos, comprendamos y utilicemos.



Los cuentos entendidos de esta manera son, en definitiva, unas auténticas herramientas de conocimiento.
 
Jesús Callejo Cabo

1 comentario:

  1. Los cuentos de tony de mello son maravillosos, desde que empece a leer sus historias me impresiono su sencillez y alegría contenida en cada uno de ellos. Sus cuentos contenían una forma mística de revelar tu realidad ante tus ojos.

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