“Si no eres tú, ¿quién? Si no es aquí, ¿dónde? Si no es ahora, ¿cuándo?"

martes, 15 de diciembre de 2009



El "orden implicado", del que enseguida se hablará, es un tipo de "orden generativo". Los fractales son órdenes generativos, que siguen un patrón de adición cada vez más pequeña para formar básicamente todo lo que es observable en el mundo. El mejor ejemplo son las plantas, que crecen siguiendo un orden fractal. Esto ya lo advirtió Goethe con su concepto de la "Urpflanze" en el s. XIX. Actualmente se está postulado que incluso las formas de los continentes y las costas siguen asimismo un orden fractal, aunque mucho más complejo.
El arte también sigue un oden generativo. Todos los artistas siguen un orden generativo de creación que contiene subórdenes complejos y dinámicos jerárquicamente ordenados. Así, el gran artista es quien percibe el mundo de una forma diferente (conforme a un orden distinto), y traslada dicho orden a sus cuadros, esculturas...
También la música experimental explora nuevos órdenes generativos. Los no acostumbrados al contexto en el cual se genera dicho orden, percibirá dicha música como equivocada, malsonante, falta de significado... Lo que sucede es que dicha persona trata de captar el significado de la música conforme a una noción de orden anticuada, clásica. Explorar el nuevo orden por medio de la audición de más música experimental de ese tipo le descubrirá los patrones, estructutas y sonoridades en que ésta se basa, y pasará a tener un significado, salvo que la persona sea demasiado mediocre o su pereza le impida salir de las categorías tradicionales.
Pero el ejemplo más revelador de lo que implica el orden implicado, citado por Bohm, es el siguiente:
Tómense dos cilindros de cristal concéntricos, el interior fijo y el exterior capaz de girar. El espacio entre los cilindros se llena de una sustancia viscosa como la glicerina. Cuando se da vueltas al cilindro exterior, éste arrastra casi a la misma velocidad el líquido que tiene cerca, mientras que el que está cerca del cilindro estático casi no se mueve.
Si ponemos en el líquido una gota de tinta insoluble y giramos el cilindro externo, se podrá observar, en consecuencia, cómo se va alargando; la parte cercana al cilindo estático va más lenta y la cercana al otro va más rápida, por lo que la gota se alarga en un hilo hasta que se vuelve tan delgada que termina resultando invisible. Pero si después giramos el cilindro en dirección contraria, la gota volverá a aparecer (dada la viscosidad del líquido), como surgiendo de la nada.
Ahora imaginemos que se ponen varias gotas en línea espacial y temporal, es decir: ponemos una, giramos el cilindro, ponemos otra un poco más abajo, giramos el cilindro... Así, giramos hasta que todas desaparezcan de la vista. A continuación, giramos en dirección contraria rapidísimo y lo que aparece a nuestra vista es una única gota moviéndose de un lado a otro. Este es el fenómeno "explicado". Sin embargo, lo que subyace son muchas gotas que aparecen en posiciones y momentos diferentes y después vuelven a desaparecer. Este es el fenómeno "implicado".
Hágase la analogía al mundo de las partículas cuánticas como hace Bohm, y resultará bastante más sencillo explicar su comportamiento. Así, por ejemplo, las partículas podrían sencillamente no existir, y ser intersecciones de ondas "percibidas" como partículas, etc... No tratamos de explicar dicha realidad conforme a las reglas "normales" de trayectorias tridimensionales, lo que nos llevaría al caos y al azar, sino que introducimos otra "dimensión": el orden subyacente: el orden implicado.
Así, las partículas son estructuras dinámicas, siempre en contacto con el todo a partir del cual se desenvuelven y en el cual se envuelven, y no pequeñas bolas de billar newtonianas, en contacto sólo con sus propias formas localizadas. Evidentemente todo esto nos lleva a una concepción holística del universo como un todo único, bastante más cercana a la aristotélica que a la mecanicista. Esta anaolgía se puede ver en los hologramas, en los que cada parte refleja la totalidad del dibujo.
Así, el "orden implicado" del movimiento de las partículas sería el "campo cuántico", en el que se subyace la información que se desenvuelve en cada suceso particular. Sin embargo, el funcionamiento de dicho campo cuántico estaría guiado asimismo por otro orden implicado que, en este caso, se llamaría "orden superimplicado". Este orden no está cubierto por la actual teoría cuántica, que se queda en el campo cuántico.
Pero para Bohm, el nivel perfecto es la existencia de tres órdenes implicados. La existencia de estos tres niveles es necesaria para cerrar el sistema. Esto se explica, por ejemplo, utilizando la analogía de un juego de ordenador. El ordenador (orden implicado 3) produce imágenes en pantalla (orden implicado 2), que el jugador (orden implicado 1) interpreta y frente a las cuales da instrucciones al ordenador, que vuelve a producir imágenes diferentes. Así, el tercer orden implicado determina al segundo y es, a su vez, afectado por el primero.
Así, el sujeto que observa, está modificando lo observado. Esta es la conclusión inevitable de la física cuántica desde la paradoja de Schrödinger, pero fue adelantada ya por Kant al proponer este la necesidad de un giro copernicano en filosofía consistente en aceptar que en el acto de conocimiento el sujeto cognoscente modifica la realidad conocida, y que no es posible conocer el noúmenos (cosa en sí), sino solo el fenómeno (cualidades percibidas a priori).
En nuestra vida diaria, para Bohm está claro que el pensamiento es un orden implicado, así como los sentimientos también lo son, y se envuelven mutuamente. A la hora de analizar la diferencia entre mente y materia, y debido a la triple relación arriba mencionada, Bohm llega a la conclusión de que son "dos aspectos de un todo y no más separables de lo que lo son forma y contenido", viniendo así a coincidir, por ejemplo, con una tradición hinduista de más de 4.000 años.
Lo anterior, en todo caso, lleva a Bohm finalmente a afirmar la importancia de la inteligencia creativa, dado que es la única forma de aprehender cosas nuevas, entendiendo el nuevo orden que las genera en vez de tratar de encajarlas en las categorías conocidas. Todo progreso se basa en dicha inteligencia creativa.
Por eso, el rechazo sistemático de cualquier evento, teoría o experiencia que se aleje de los postulados racionalistas (que no son más que un orden más) y los intentos de encasillarlo en alguna categoría ya conocida y explicable por medio de la consabida frase: "seguro que tiene alguna explicación racional (véase, comprobable mediante el método racional)", es una práctica mediocre y reaccionaria.
Entendemos también mejor cómo Sheldrake traslada esta teoría al campo de la biología bajo el nombre de "campos mórficos". Ahora podemos observar que el campo mórfico en que se desenvuelve la información de nuestra creación, comportamiento y memoria es un orden implicado.
El problema de todo lo explicado hasta aquí es que remite a la recurrente idea de la pared de Platón, del "maya" de los Vedas hindúes, del "tonal" de Castaneda, del "fenómeno" de Kant, o de la cuarta dimensión de H. Hinton. No percibimos la realidad, sino simplemente los "fenómenos explicados".
Interesados acudan a:
- BOHM, D. La totalidad y el orden implicado. Kairós, 1998. - BOHM, D y PEAT, F.D, Ciencia, orden y creatividad. Las raices creativas de la ciencia y la vida. Kairós, 2003.
PS: Si Kant llega a enterarse de que su teoría iba a aparecer entre las enseñanzas de un brujo mexicano a Carlos Castaneda y las teorías de un matemático inglés que escribía "romances de ciencia ficción" y al que conocí a través de la lectura de "From Hell" de Allan Moore (un cómic sobre Jack el destripador), se habría indignado.


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