“Si no eres tú, ¿quién? Si no es aquí, ¿dónde? Si no es ahora, ¿cuándo?"

lunes, 2 de agosto de 2010

A JESÚS, EL DELINCUENTE

Observando hace unos días uno de los magníficos pasos de Semana Santa de Valladolid, junto al catedrático Antonio Piñero y a don Gonzalo Puente Ojea, me vinieron a la cabeza algunas reflexiones. Este año, la fiesta religioso-festiva ha tenido lugar en el mes de marzo, lo que permite que la climatología inestable pase factura, tanto a quienes dedican este tiempo al ocio, como a quienes a vivir los ritos que ilustran sus creencias.




En Sed tengo, quizá la primera obra procesional del genial Gregorio Fernández, datada entre 1612 y 1616, aparece Cristo Crucificado acompañado de cinco sayones. Uno lleva una lanza, otro clava el cartel de INRI, y un tercero acerca a los labios del ajusticiado una esponja con hiel y vinagre. En primer término dos personajes más juegan a los dados.



¿Dónde estaría hoy Jesús de Nazaret? ¿Y dónde el resto de los personajes que representaron en vivo aquella supuesta primera pasión? ¿Con quienes identificarlos en un tiempo turbulento y equívoco como el que vivimos?



No es fácil contestar a estas preguntas, y es lógico que haya muchísimas respuestas distintas. Yo tengo la mía, por supuesto, y la voy a compartir con todos los que esto lean, a tenor de otros sucesos recientes que tienen raíces en recovecos profundos y oscuros del ser humano. A lo largo de la historia, hemos dado muestras de que en nuestro interior habitan más demonios individuales y colectivos de los que aceptamos y reconocemos desde la soberbia, primer pecado contra Dios protagonizado por un ser espiritual superior: Luzbel, el Ángel Caído.



Este querubín arrojado de la diestra del Padre por el Arcángel Miguel, es desde los tiempos de su aparición, el símbolo de la parte negativa del hombre, contraprestada de algún modo por el Hijo, como figura que le vencerá para que el bien prevalezca. Será necesaria, precisamente la inmolación de éste para redimir a los seres humanos de su entrega a esa parte negativa que vive con nosotros permanentemente.







La maldad real y la decretada







¿Por qué se tiende a la maldad, entendida como daño a otro en su persona o cosas? ¿Existen realmente demonios que excitan lo más bajo de nosotros para que entremos en colisión con el prójimo? Porque no nos debemos engañar, todo lo que afecta al hombre es función de sí mismo. El daño a la naturaleza o a posesiones como animales, se interpreta y se legisla en función de los perjuicios a nuestros semejantes, no a la cosa en sí misma. No importa el pájaro muerto, sino el perjuicio a su dueño, sea de la naturaleza que éste sea.



Pero también se causa o se recibe daño por la actitud derivada de las creencias, o lo que es lo mismo, por las ideas que pueden generar acciones. En Sobre la Libertad, año 1859, John Stuart Mill se expresa a favor de la libertad de opinión y discusión por ser necesarias para el bienestar intelectual de especie humana, y hace depender de ello al bienestar moral y material. Sin embargo la experiencia nos demuestra que la idea también ha de ser perseguida si alguien cree que le afecta negativamente.



En este sentido, Jesús hoy día sería tan perseguido como entonces, porque el mensaje que se desprende de sus enseñanzas recogidas en los Evangelios representa un punto de rebeldía en contra del sistema. En su tiempo éste estaba determinado por el poder de Roma y el subpoder de los políticos y clérigos judíos. Hoy este puesto estaría representado por los poderosos de nuestro tiempo, y sus brazos ejecutores, encargados de reprimir todo cuanto pueda violentar o cuestionar a la dirección superior. Qué no se engañen pues quienes acuden a las procesiones vestidos de uniforme. Ellos son los soldados romanos de nuestro tiempo, que deben obedecer a los Pilatos y Caifases modernos.



La cuestión es muy interesante de analizar, porque la Cruz no es sino el rito solemne y final de la maldad decretada, que en sí misma no tiene porque ser la maldad real. ¿Perjudicaban las ideas de Jesús a quienes no estaban en el poder? Todo lo contrario, su palabra era síntoma de liberación. Y la libertad no significa capacidad de obrar, sino de elegir destino.



Hace no muchos días, tengo que insistir en ello una y otra vez, asistimos a un homenaje a Juan Antonio Cebrián, cuya liturgia fue la plantación de árboles donde no hace mucho se habían quemado, seguido de actos de confraternidad entre quienes le admirábamos y seguíamos.



El incendio desafortunado que había arrasado aquellos bosques era una maldad real, atribuible al descuido y al azar. Pero la maldad decretada vino cuando los políticos no se pusieron de acuerdo por sus celos autonómicos para la extinción del mismo. Y trajo consigo otros decretos igual de malvados, como el de la prohibición total de andar libremente por aquellos pagos, aunque la inmensa mayoría de las personas sean cuidadosas y buenas y no deseen ningún mal al lugar ni a sus cosas.



¿Cómo se puede reprimir o prohibir el deseo de ponerse en contacto con el Universo bajo las estrellas? ¿Cómo se puede impedir que alguien quiera escuchar la noche y sus sonidos? ¿Cómo se puede tapar la nariz que necesita sentir el aroma de la noche bajo los árboles? ¿Que cuerpo represor iría a detener al delincuente Jesucristo a la cima del Monte Tabor, y de paso se llevaría a todos cuantos le acompañaran?







Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la Tierra.







Que propósito tan noble e irreal. La Tierra está en realidad en manos de quienes poseen la máquina de decretar la maldad. Y si no que se lo pregunten a los oriundos de Norteamérica, que por querer habitar la tierra de sus antepasados fueron masacrados por una fuerza diabólica que les mataba en nombre de Dios, como tantas otras veces ha sucedido y sucederá.







Jesús hoy sería tan delincuente como entonces..., y por supuesto ajusticiado, empapelado, sancionado, reprimido. No habrá perdón para él, ni para quienes le sigan. Es un símbolo, y como tal molesta incluso a quienes le reivindican con ritos emocionados y luego van a sus despachos a elaborar normas y decretos que contravienen sus enseñanzas.







Hay poco interés en enseñar, en educar. Sólo interesa prohibir, entre otras cosas porque a los romanos les sale muy rentable.







Juan Ignacio Cuesta

1 comentario:

  1. Comentario número 2:

    Buff, ahorita encuentro un poco larga la historia.Luego la pillo con más ganas.

    Besito2.

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