“Si no eres tú, ¿quién? Si no es aquí, ¿dónde? Si no es ahora, ¿cuándo?"

viernes, 13 de agosto de 2010

MEMORIA CELULAR (II)

“Las características, los hábitos, las tendencias, tanto en cuanto a virtudes o deficiencias, están no sólo en el ADN, sino también en todo el sistema de memoria del cuerpo: cerebro, espina dorsal, terminales nerviosas, etc, etc. Se han encontrado neuronas en el corazón, en el estómago. La comunidad científica está abriendo los ojos a que haya memoria más allá del cerebro, y con el tiempo las irá hallando en todos los órganos internos”, expresa Luis Ángel Díaz, autor del libro “Las memorias en las células”, editado por Kier.
El especialista en reactivación de la memoria celular asegura que es a través de la memoria celular que estamos condicionados a vivir la vida como la vivimos. Todo esto empezó con Paul Pearsall, que a pesar de haber sido considerado un loco por estudiar qué sucede cuando una persona recibe un órgano trasplantado, ahora está siendo cada vez más respetado. Él analiza cómo los rasgos, hobbies y limitaciones de la persona que donó el órgano se transmiten (o no) al receptor.
Se pueden heredar tendencias virtuosas, se ha comprobado por ejemplo que hay personas a las que ni siquiera les interesaba la poesía y después de un trasplante del corazón comienzan a escribirla. También se detectaron cambios en la sexualidad, como en el caso de una mujer que era lesbiana y después de la operación deja de serlo. Inclusive se rastrearon variaciones en los hábitos alimentarios.
Lo que imprime la memoria en las células es el campo electromagnético, una energía que todos los seres humanos tenemos y que en la Antigüedad se denominaba como “alma”. En algún otro momento se lo llamó subconsciente, la parte escondida del iceberg, esa adonde está toda la información que condiciona la vida de alguien.




El grado de condicionamiento que tenemos es altísimo, mayor del que podemos imaginar. El color de la piel, la forma de los ojos, de los órganos, de los huesos, de las articulaciones, todo está condicionado por nuestros antepasados. Del mismo modo, recibimos rasgos psicológicos y tendencias emocionales. Lo que pasa es que resulta sencillo aceptar que tengo la voz de mi tatarabuela para el canto, o el mismo talento de mi abuelo para los deportes. ¿Pero qué hay del resentimiento, de los celos, del miedo a estar solo, del temor a que me maltraten? ¿Y sobre la necesidad de ser aprobado, aceptado, incluido?
El creador del método reactivación de la memoria celular, es tajante al decir que no es verdad que todo empieza en el momento del nacimiento. La vida en el útero es más importante que la vida que llevamos después del nacimiento, lo que vivimos a través de nuestra madre y las experiencias que ella tiene (miedos, cuidados, abandonos, traiciones, traumas, o felicidad) nos impactan de una manera muy fuerte, porque cuando estamos en el útero somos muy vulnerables, copiamos, imitamos a nuestra madre en lo que está sintiendo. Culturalmente se nos enseñó que la formación de nuestra personalidad comienza luego del nacimiento, pero las investigaciones muestran que viene de mucho antes y las generaciones pasadas nos condicionan muchísimo, con hábitos repetitivos en cuanto a conductas, tendencias, virtudes, deficiencias.




Es verdad que ciertas cosas no se pueden modificar, pero hay muchísimo que sí: los miedos, la adicción a estados emocionales de dolor como la ira o la depresión, la ansiedad. También es factible cambiar dolores físicos y contracciones eléctricas del campo electromagnético que afectan a los músculos o huesos adonde se produce la contracción. Pero para esto, es preciso tomar las riendas, algo que resulta sumamente difícil, porque nuestra cultura es de dependencia. Debemos educarnos desde lo emocional, porque nos hacemos adictos al dolor, a la tristeza, a las adicciones, a las obsesiones, las fobias, los resentimientos, la culpa, los miedos, la vergüenza.

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